Traducción: Miguelάκος. Versión original aquí.
Parece una pesadilla, pero desgraciadamente es realidad. En el juicio que se
está celebrando contra él en Oslo, el asesino de 77 personas inocentes se queja
de que es "víctima de discriminación", tras la orden del tribunal de
que se le realizara un reconocimiento psiquiátrico, algo que no haría si fuera
un "yihadista con barba". Como "luchador nacionalista"
insiste en que sus víctimas, adolescentes en su mayoría, eran "traidores",
pues sus opiniones multiculturales ayudan a la entrada de musulmanes en Europa.
Y aclara que decidió matar a cuantos parecían "marxistas", mientras
que dejó vivir a un joven que le pareció más conservador.
En Francia no es la izquierda de las ideas de humanismo y la solidaridad la
que sale vencedora de las elecciones. La sorpresa de la primera vuelta es la
hija de Le Pen, heredera del odio hacia la diversidad y los extranjeros que
sembró su padre, convirtiendo a sus votantes en decisivos para el resultado de
la segunda vuelta -- "os he escuchado", se apresurará a halagarlos
Sarkozy el día después. Y el 6 de mayo, el mismo día que en Francia se decidirá el eje presidencial, las elecciones parlamentarias en Grecia, las más calladas
e imprevisibles de las últimas decadas, auguran sorpresas y probablemente la
entrada de los neonazis en el Parlamento. Al mismo tiempo que Atenas balbuce
algo sobre las indemnizaciones de la II Guerra Mundial por parte de Alemania.
¿Cómo es posible que suceda todo esto apenas doce años después de los grandiosos fastos por el comienzo de un nuevo siglo, que prometía
más prosperidad, cultura y tolerancia que la anterior centuria de guerras y
crematorios que se marchaba? La respuesta está en la propaganda de la nueva
extrema derecha que gana terreno en toda Europa, propaganda que se vuelve
contra el orden económico y político establecido, la de la "facción de los
cuatro" (los tradicionales dos partidos de izquierda y dos de derecha y centroderecha) a los que está dejando aturdidos los últimos años Marine Le
Pen. Esta última ganó los "votos de los que sufren", dirá Sarkozy para
acercarse a ellos. Todas esas capas sociales que se ven heridas por la crisis reconocen
en la retórica de la extrema derecha la fuerza que impedirá su mayor
degeneración social y ahuyentará a la cabeza de turco de todos los males: el
inmigrante de Ayios Pandeleímon [barrio ateniense con un alto índice de inmigrantes, granero del voto de ultraderecha] o de
Marsella, el extranjero que amenaza la pureza nacional noruega.
Sin embargo, en realidad lo que resulta traído de fuera es el Medievo que
vivimos: el sistema económico neoliberal que se impuso en EEUU hace treinta
años, para servir a los intereses de una oligarquía económica y política,
aunque se disfrazara con las teorías del éxito personal y el "sueño
americano". No es tampoco casual que incluso la matanza de Breivik sea
importada: en nombre del mismo odio por el gobierno central y el sistema
establecido, su predecesor americano, Timothy McVeigh asesinó en 1995 en
Oklahoma a 168 ciudadanos estadounidenses, entre los que había 19 niños
"culpables" menores de 6 años.
Son los efectos de introducir en Europa este sistema en que vivimos hoy, con
nuestros mindundis locales para rematar la faena: los Sarkozy franceses que han
hecho realidad la islamofobia y el odio a la diversidad, con el
desmantelamiento de los campamentos y las deportaciones de gitanos y la
prohibición a las mujeres de salir con el rostro tapado, y sus homólogos
griegos, que, después dejar que el centro de la capital se hundiera, preparan
en tiempo de elecciones "centros de acogida" para inmigrantes.
Allí donde se exilia la justicia y la solidaridad, empolla su huevo la serpiente: desde Noruega y Francia hasta Grecia, bienvenidos al Medievo europeo.
Allí donde se exilia la justicia y la solidaridad, empolla su huevo la serpiente: desde Noruega y Francia hasta Grecia, bienvenidos al Medievo europeo.
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